DEL AMOR AL ODIO

Fotografía: @ojkosme

Del amor al odio hay solo un paso; 
del odio al sexo salvaje y desenfrenado 
hay solo un calenton; 
del sexo duro al amor eterno 
hay solo un par de azotes.

Te extraño.
Te olvido.
Te amo de nuevo.

Amores de un verano temprano que 
se odian al máximo de temperatura y 
al caer el frío anhelan su compañía tal que, se reencuentran y prometen amor eterno delante de testigos en cueros 
en la misma cama.

En mi lista de la compra siempre hay
café, azúcar, sonrisas, 
harina, sexo y amor. 

Te amaba intensamente desde ayer, sabiendo que hoy me dejarías por tu amor platónico o tal vez, incluso por un helado de dos sabores en cuanto hiciera calor, pero tan pronto te refrescaste... Volviste con el rabo entre las piernas y la mirada hacia mis pies, pidiendo tu sitio en mi cama, apelando al recuerdo de la noche pasada y los besos que me dabas. Ahora te odio suciamente rompiendo la vida que ayer construí contigo pero... La farola al fondo de la calle da una luz cálida y suficiente para ver tu torso perfecto de nuevo entrando en mi cama, alojándose dentro, muy dentro por un rato. No puedo echarte.

Cada día que pasa, 
que te tengo aquí, 
te odio menos. 

Y me obligas a amarte con esa mirada que me puede, no puedo evitar sucumbir a tu caída de ojos romántica. 
 
Cuando me haces el amor incluso son más brillantes tus ojos, cambian de color, pasar de color azulado a color verdoso... Me he dado cuenta que eso te ocurre cuando estás excitado. 
 
Y me miras fijamente mientras tu sudor cae sobre mí y ¿Qué puedo hacer? ¿Qué hago con tu mirada intensa que me intimida? Esa es la forma en que me haces disfrutar y volar sobre la habitación. 
 
Luego cuando sales de mi, lo haces en todos los sentidos; ya ni me miras, ni me tocas, ni me hablas; ya tus ojos dejaron de seducirme, ya no cambian de color; y sales por la puerta sin decir adiós y... A saber cuándo volverás por aquí, por este hueco que dejas en mí, mientras tanto yo seguiré odiándote con todas mis fuerzas. 

Amarnos es pecado, 
besarnos es lujuria, 
sentirte es un placer. 

Odio cuando me cuentas con quién te acostaste ayer y hoy vienes intentando convencerme de que soy especial para ti. 
 
Odio cuando me prometes confianza, sinceridad y complicidad y al momento te escucho gemir con otro desde el baño. 
 
Odio cuando me dices que estás sensible y necesitas besos y abrazos y en cuanto me marcho, invitas a otro para que te de muy duro. 
 
Odio, odio, odio... Yo no soy así. 

¿Serias capaz, al menos una vez, de tener en cuenta mis sentimientos en vez de solamente los tuyos? 
 
¿Para qué esforzarme en hacerte sentir especial si es mucho más fácil hacerte sentir insignificante? 
 
¿Alguna vez has soñado conmigo? 

Tengo miedo a contarte mis sueños por si descubres realmente cómo soy. 

Yo ya he descubierto en quién me estoy convirtiendo realmente, y sinceramente, no me gusta porque deja evidencia de cuánto y cómo me valoro yo mismo, y eso era secreto; era mi secreto.

Recuerdo cuando era pequeño, que quería ser estrella de cine, y lo he conseguido, soy la estrella de mi propio largometraje y a ti te  dí el papel de coprotagonista para tres escenas y la verdad, te comiste las cámaras, eres todo un animal de la interpretación, casi consigues que me lo crea; artimañas elaboradas para llevarte el gato al agua, pero mi amor, acabaste arañado, malherido y perdiste tu papel ridículo de semental dominante; látigo en mano, te quedaste fuera y apenas se te ve en los créditos. 

Demasiado tarde
para hacerte gemir
y luego abrazarte. 

Mi corbata roja te gustó aquella tarde, 
te dio mucho juego, me la pediste prestada. 




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