TRILOGÍA SOBRE EL AMOR. Capítulo 6.
Caricias, besos y
contacto debajo de las sábanas, mientras parecía que Fran preparaba el desayuno
en la cocina, nosotros tuvimos nuestro momento de intimidad, tocándonos,
oliéndonos, besándonos… y acabamos muy excitados; no fue nada raro que pasara eso, así que las
caricias se fueron centrando en las partes del cuerpo que ya sabíamos de sobra
que podíamos estimular para ponernos cachondos.
Nos fuimos despertando
poco a poco y bajo las sábanas ya teníamos bastante calor, así que nos
destapamos y nos acomodamos de manera que hicimos un “69” perfecto en lo ancho
de la cama… saliva, polla y placer… no estaba nada mal para empezar el día.
Cuando estábamos un
ratito disfrutando el uno del otro, volvió Fran de la cocina, desnudo aún, con
ese cuerpo perfecto, ese culo redondito y ese abdomen marcado; abrió la
ventana, entró muchísima luz de repente y riéndose dijo:
“Dejad eso que el
desayuno os lo he preparado yo, está sobre la mesa y se está enfriando”
Nosotros le miramos, le
sonreímos y le invitamos, pero salió de la habitación riendo y diciendo:
“¡A desayunar! ¡Tengo
hambre!”
Y como si fuéramos dos
niños, salimos corriendo detrás de él hasta alcanzarle y empujarle hacia el
salón. La verdad es que había preparado un desayuno riquísimo; en la mesa había
café, zumo, tostadas y fruta. Encantador este hombre, nos estaba cuidando
demasiado bien, nos habíamos enganchado de él y su forma de hablar, de hacer
las cosas, de besar, de lamer.
Le dimos las gracias,
le besamos y le metimos mano por todas partes, pero la verdad es que los tres
necesitábamos al menos un café, la noche anterior ni siquiera llegamos a cenar.
Nos sentamos los tres a la mesa y desayunamos todo lo que había preparado. La
boca llena de zumo o comida mientras hablábamos, en ese momento, sobre trabajo
o vacaciones y viajes que cada uno habíamos hecho, pero las miradas eran
cómplices, sensuales y seductoras. Me pareció incluso sensual verles masticar,
comer con tanta gana, beber zumo de esa manera, hasta se me pasó por la cabeza
pedirles que me dieran de beber de su propia boca.
Charlabamos sobre todo,
pero yo estaba deseando que me contaran lo que habían hecho la noche anterior
mientras yo dormía y, en un momento de silencio dijo Mikel:
“Anoche me follé a Fran
mientras dormías, a tu lado, en la cama, aunque luego nos fuimos al baño para
no despertarte”.
Nos quedamos callados
los tres unos segundos.
“¿De verdad?”, dije yo
con media sonrisa, haciéndome el extrañado, a lo que Fran respondió:
“Pues la verdad es que
sí, a mí me pareció muy bonito”, y nos echamos los tres a reír.
“Lo sé, me desperté en
cuanto empezasteis, tengo el sueño muy ligero, ya os lo advierto, pero me hice
el dormido”
“¿Estabas despierto
todo el rato?”, preguntó sorprendido Fran.
“Sí, y pensé que me
moría de lo morbosa que me pareció la situación, sois mi fantasía”, y reímos
otra vez los tres.
“¿Entonces nos
escuchaste también en el baño?”, preguntó Mikel.
“Sí, todos y cada uno
de los gemidos que disteis y todos y cada uno de los azotes que le diste en el
culo”, dije señalando a Fran.
“Pues al final acabé
con el culo dolorido, pero me encantó”, dijo Fran riendo.
“De lo que no os
enterasteis vosotros fue de la paja que me hice mientras os escuchaba, que
salpiqué hasta la almohada”, les dije yo entre risas.
“Tonto, haberte unido a
nosotros”
“No, fue muy morboso y
perfecto tal y como pasó”, les contesté.
La conversación sobre
lo que pasó mientras dormía se extendió un poco más y yo escondía mi excitación
bajo la mesa recordándolo, a ellos debía ocurrirle lo mismo porque nos quedamos
en silencio, mirándonos, acabando el café, mirándonos con deseo. En ese momento
retiré mi silla un poco de la mesa y sin levantarme, solo mirándoles a los
ojos, cogí mi propio precum con dos
de mis dedos, lo miré unos segundos para que ellos lo vieran también entre mis
dedos y después me lo llevé a la boca, jugando con mi lengua. Después de
saborearlo, cogí saliva abundante con la misma mano y la llevé debajo de la
mesa y comencé a tocarme.
Ellos me miraban y
resoplaban notablemente. No tardaron ni cinco segundos en llevar sus sillas un
palmo hacia atrás y comenzar a masturbarse también bajo la mesa. Yo no les veía
hacerlo, solo les miraba a la cara y ellos hacían lo propio conmigo. Aguantando
las ganas terribles de tocarnos entre nosotros, pero solo nos mirábamos a la
cara, era más que suficiente y era más que excitante.
Nos mirábamos, sin
hablar, mientras nos masturbábamos los tres bajo la mesa. El poco café que
quedaba se estaba enfriando y de nuevo, mi faceta voyeur se apoderó de mí, esa situación me parecía extremadamente
excitante y no tardé mucho en acercarme a lo que iba a ser un orgasmo bastante
intenso y placentero. No hacíamos otra cosa que mirarnos y resoplar, suspirar y
gemir, sin decir una palabra. Sin avisarles, me levanté de repente y me corrí
sobre la mesa, encima de mi taza de café y mis cubiertos y ellos miraron entre
sorprendidos y excitados cómo lo hacía.
Entonces me volví a sentar, seguí jugando con
mi polla húmeda y mirándoles algo desafiante, a la espera de que hicieran ellos
lo mismo, y así fue, primero Fran, también sobre la mesa y luego Mikel que, se
puso de pie, cogió la taza del café y se corrió dentro de ella.
Nos quedamos los tres sentados, mirándonos, sin
hablar durante un momento, recuperándonos y Fran dijo:
“Queríais más leche con el café, ¿verdad?”, y
nos reímos los tres pícaramente.
Estos dos hombres estaban haciendo todas mis
fantasías realidad y yo me estaba rindiendo a sus pies.
Seguimos hablando un rato más, sobre todo de
trabajo y amigos mientras recogíamos la mesa y nos sentamos cómodamente en el
sofá después, el salón estaba aún un poco desordenado de la fiesta que montamos
la tarde anterior, pero dejamos media luz, nos acomodamos en el sofá, con unas
mantas a mano por si nos daba algo de frío e hicimos sesión de cine; nos
habíamos quedado relajados después de desayunar, leche incluída.
Fue toda una tarde de mucha pereza, mucho mimo
y mucha caricia en el sofá, incluso nos volvimos a dormir un rato los tres. Nos
sentíamos cansados, relajados, perezosos, cómodos y estábamos a gusto.
Cuando estaba ya de noche, Mikel y yo teníamos
que volver a casa, era domingo y a la mañana siguiente teníamos que madrugar
los tres para ir a trabajar, así que surgió la idea de ir a cenar a algún sitio
juntos y despedirnos hasta la próxima cita.
Sin prisa, nos duchamos los tres, juntos,
dándonos jabón unos a otros, frotando nuestros cuerpos, evidentemente nos
excitamos los tres, eso nos pasaba solo con rozarnos, a veces incluso solo con
mirarnos. Disfrutamos de la ducha caliente, relajante entre comillas, porque
nos excitamos mucho, nos tocamos, nos enjabonamos, nos frotamos entre los tres,
pero no pasó nada más; creo que estábamos pensando en el plan de cena romántica
los tres, a mí al menos la idea me gustaba, además no queríamos volver tarde a
casa y si volvíamos a liarnos, podrían darnos las tantas, aunque no iba a ser
yo quien se hubiera opuesto si hubiera surgido.
El plan transcurrió según lo previsto. Acabamos
la ducha conjunta, nos fuimos a la habitación a vestirnos y salimos a cenar.
“Que par de hombres más guapos llevo conmigo”,
pensé; me gustaban tanto desnudos como vestidos.
Fran nos llevó a un restaurante cercano que
conocía, de nuevo la conversación con ellos era para mí tan interesante como el
sexo. No se nos acababan los temas de los que poder hablar. Me gustaban
físicamente y sus personalidades eran muy distintas, pero complementarias y
complacientes para mí.
Cenamos carne y ensalada, maridando con un vino
tinto, hablando y hablando
No recuerdo cuánto duró la cena, pero se me pasó en
un instante, como todas las horas anteriores del fin de semana que había pasado
con ellos, y llegó el momento de irnos a casa.
Fran fue tan amable de llevarnos hasta el
centro en su coche, la despedida, sin bajar del coche fue breve, preferí no
alargarlo mucho o de lo contrario se me saltarían las lágrimas, me sentía solo
y vacío cuando me despedía de ellos, así que lo mejor era pasar ese trago lo
antes posible. Yo que iba en el asiento trasero, me acerqué a ellos, les besé,
les toqué el pelo a ambos y me despedí de ellos diciendo:
“Quiero veros muy pronto otra vez”
Y se fueron, Fran dejaría a Mikel varias
manzanas más adelante. Yo tenía que caminar un par de calles hasta casa, serio
y melancólico, pero feliz de haber pasado con ellos esos dos días maravillosos
y llenos de tanta atracción y pasión.
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